Me llamo María Bartolomé Arce.

Soy una persona como tú. Apasionada de la vida. Y así, todo lo que vas a leer en esta sección, tiene sentido.

Estudié Fisioterapia en la Universidad de León, en el campus de Ponferrada.

Me di cuenta que la terapia manual era lo mío dentro de las especialidades de la Fisioterapia.

Así que me metí directa a estudiar Fisioterapia Manual Osteopática en Valladolid. El primer contacto con la Osteopatía me abrió los ojos a la visión global del funcionamiento del cuerpo. Una gran experiencia ser alumna de profesores de la ONCE. Nos enseñaron a escuchar con las manos. A sentir y desarrollar el tacto. Agudicé los sentidos con los ojos cerrados.

De Valladolid a Madrid, las terapias Miofasciales me esperaban. Aquí comenzó uno de los saltos cuánticos de mi vida profesional.

La fascia es la integración del todo con el todo. La unión de todas las estructuras del cuerpo. Desde la piel, a los músculos, las arterias o las vísceras. Todo.

La fascia es un tejido continuo que está presente en todas las estructuras del cuerpo (“la telilla blanca que lo cubre”). Debido a sus características y anclajes, es capaz de redistribuir todas las tensiones (¡menos mal!) y a todos los niveles.

Observé que con estas técnicas, se da movimiento a partes del cuerpo que llevan mucho tiempo bloqueadas. Al reestablecer el movimiento, éste iba acompañado de otras reacciones a nivel físico del paciente. Y también, a nivel emocional.

Los pacientes “me cuentan” cosas que no habían verbalizado nunca. El entorno de “escucha” es fundamental para que puedan abrirse.

Empecé a atar cabos. Un mundo apasionante se abría ante mí.

Y descubrí la Kinesiología Holística en Madrid y en Viena. Un giro en la carrera profesional y personal.

La contextualización global del ser humano a través de los cuatro campos fundamentales (físico, químico, energético y emocional) y su relación entre ellos.

Fue cuando desarrollé la sensibilidad en el campo emocional. Estaba ahí, me salía innato. El apoyo del trabajo emocional a la terapia manual. Estaba ayudando a los pacientes a sacar esas palabras bloqueadas en sensaciones físicas del cuerpo. Como los pensamientos se convertían en emociones y generaban un cuerpo-dolor.

Y así fue como apareció la Psicosomática en mi vida. De la mano de Diego Daniel Romero, profesor, guía y Maestro. Sus conocimientos, sus vivencias y su manera de comunicar. El puzle de mi cabeza se resolvía. Empecé a relacionar los síntomas vs emociones bloqueadas . Esto era necesario para ayudar a mejorar la calidad de vida, tanto mía como de los pacientes. Lo veía claro. Tantos procesos y tantas palabras relacionadas, dichas y no dichas.

Tenía (y tengo) una misión: ayudar a las personas a escuchar y entender la Voz de su Cuerpo.

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Por aquel entonces, desarrollaba mi labor profesional en una clínica de Fisioterapia en Burgos. Era capaz de integrar en los pacientes las técnicas que iba aprendiendo. Personalizaba cada sesión con calma y serenidad, dedicándolo tiempo de calidad.

Descubrí la potencialidad de estar centrada en lo que hacía. Los tratamientos eran fluidos, resoluciones rápidas y los pacientes salían agradecidos. Para llevar a cabo esto, me planteé reducir horas de trabajo presencial. De esa manera, reduciendo carga asistencial podía conseguir aumentar tiempo de calidad para mí, y en consecuencia, para los demás.

La mejoría que experimenté en la labor asistencial y personal fue inmediata. Manos a la obra. Cambié todo el organigrama a nivel profesional y personal.

Le di espacio a lo que realmente quería y aprendí a disfrutar de las pequeñas cosas. A disfrutar de los silencios y la soledad, aprendí a no hacer nada. Cuando permites esto, permites escucharte.

¿Qué pasa cuando te permites parar? Creces y evolucionas, así de sencillo.

Fue entonces cuando empecé a sentir la necesidad del cambio, de crear esa “vuelta de tuerca”. Estaba preparada para desarrollar un proyecto cuyo fin sería ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas. Enseñarles a escuchar la voz de su cuerpo.

Decidí darme todo lo necesario para crear.

Había una fuente de inspiración muy potente en mí que se abría cuando estaba cerca del mar. Me apasiona la libertad de movimiento que tiene. Cómo integra todo, cómo funciona a pesar de todo. Y entonces, fui en su búsqueda que también resulto ser mi búsqueda.

De entre todos los mares, el Mediterráneo fue el que elegí. Y de todas las ciudades, me quedé con Valencia.

Y así fue como dejé Burgos, muy agradecida por todo lo que había vivido y crecido allí. Todos los pasos son necesarios para hacer el camino.

Mar. Valencia. Calma. Serenidad. Tiempo. Bienvenidos a Fisiomática.

María Bartolomé ArceFisiomática
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